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CGF es un grupo de artistas emergentes que trabajan desde el arte experimental, en Santiago de Chile-Mendoza-Buenos Aires. Presentarán en Mendoza la muestra FRONTERAS EN DERIVA el mes de marzo del 2010, como primera de las tres variables en el recorrido a realizar entre el 2010 y el 2012. Se trata de un tipo de trabajo llamado habitualmente como "lugar específico", el cual exige que el diseño de la muestra se planifique con un funcionamiento único y exclusivo según cada uno de sus emplazamientos. El proyecto continuará en Bs. As. y Stiago., durante los años 2011-2012.

miércoles, 13 de enero de 2010

JESSICA JORTACK-TAICH DAWSON

Superficies: un hueco autodeslizante

Por Micael Caviedes


1. Para que este texto fuese fatalmente fiel a la obra de Jessica, no debería ser el texto que ya es. No debiera ser este ni otro en particular. Bastaría con ingresar en Google una serie aleatoria de conceptos matrices (desmaterialización de la obra, virtualidad, identidad, fetiche podrían ser unos cuatro con los que empezar), hallar los documentos de crítica de arte más afines, tomarlos y reemplazar los nombres iniciales –no ya originales– del artista y de las obras por el de Jessica y los de sus obras. Presentar ese cuerpo de textos ceñidos a una cota deliberada, pongamos, unos nueve. El extrañamiento, la lejanía a-sí-de-sí que semejante estrategia haría sufrir a esos textos, e inevitablemente al trabajo de Jessica, sería una réplica laxa de su estrategia operativa o, más bien, de la estrategia operativa interna de su obra.


2. Seis, diez, quinientos rostros, todos simultáneos, todos transparentes, todos contínuos, todos intercambiables. Indiscernibles uno de otro. Pero jamás idénticos: el flujo líquido de un retrato, que no logra nunca definirse, separarse de un segundo, un tercero, un quinto que laten detrás, o arriba –espacialidad cero, proxemia cero y, fatalmente, propiedad cero–, permanecen siempre en ese páramo desesperado que se cierne entre la imposible identidad a sí de la totalidad y la imposible singularidad –espacial, temporal– de cada una de sus partes. Compañero-Otro remeda la transparencia de los espacios subjetivantes virtuales –su desaparición en el uso, su conversión fantasmagórica en pura referencialidad de un supuesto otro– en términos formales y, sin embargo, invierte su política del signo o, más bien, la revela. Pedro, Juan o Diego no son, en Facebook, más que distribuciones aleatorias de imágenes, interfaces gráficas, textos: y sin embargo, pretendemos aún que son más que meros juanes y juanas genéricos, vemos a través de la interfaz a alguien, algo, alguna vez. La intensificación de la transparencia produce en Compañero…, sin embargo, el efecto contrario: hace opaco el soporte, lo hace irritantemente visible.

3. No puede dejar de verse, de oírse. Todo el aparataje de representaciones que en la cotidianidad nos son invisibles, inaudibles: son moneda de intercambio simbólico, segunda naturaleza del lenguaje al interior del cuerpo social. Pero de nuevo y de nuevo, y de nuevo otra vez aparecen esas figuraciones –que en el caso de fetiche se reducen a las más elementales, figuraciones totales que encarnan por sí solas cosmogonías y programas estético-políticos totales: las representaciones históricas de los máximos íconos del poder generoso, del poder creador y modelo de imitación: el Cristo Pantocrátor, la Gioconda, Pinochet, el Padre Hurtado… La estrategia elemental de Compañero… adquiere ahora un rendimiento máximo: el recurso a la superposición vibrante y confusa de estos íconos los reúne en esa brecha de paralaje desesperante entre identidad y singularidad que ahora está sometida al anclaje de un simulacro obviado, excedido, mostrado más desnudo que sin ropa: pura interferencia que gime y gime histéricamente (bajo la proyección de estos íconos implacables, cuatro televisores sintonizan a duras penas el canal Playboy Tv, que aparece con todas las suciedades visuales y sonoras obvias de su codificación), que gime y jadea no ya de placer, sino de excesiva frotación entre las púdicas estampitas sagradas (también la del conejo de playboy) y su impúdica manipulación. Impúdica porque muestra más, incluso, que una felación en close-up: revela el signo de la construcción artificiosa de ese entramado simbólico que es naturaleza. Es un close-up del instante preñado, que no tiene un lugar real en el tiempo, en que un signo degenera en fetiche.


4. ¿En qué contrahecha clase de cuerpo se encarnan esos gemidos imbéciles? Tiene que ser un cuerpo sin órganos. Sin órganos sexuales, tampoco. Todo el aparataje de entrañas y mucosas no es ahora sino un ciclo aleatorio de representaciones licuadas de densidad física, de densidad de significante. La yuxtaposición excedida de esas ruinas materiales produce inevitablemente una resta: lo que se resta es esa tersa piel ficcionada, y queda a la vista la carne ya sin color de esos cuerpos sin volumen. Ese infra-cuerpo es el cuerpo en Tester: primero, una maqueta hiperreal de un torso humano (que emula su peso, densidad, resistencia) diseñada para testear la resistencia, para simular la presencia de un cuerpo humano en el espacio diseñada por la NASA (“Fred”). Luego, menos que eso mismo: una foto de eso hallada a través de Google. Esta imagen, enmarcada por una interfaz virtual de ventanas modelo, proyectándose sobre (¿vistiendo? No: desvisitiendo, vaciando) cuerpos que circulan ya desnudos de un lado al otro de la proyección, desplazándose junto con ellos y sobre ellos. Vestidos con Fred, esos cuerpos se des-singularizan, se convierten en identidades virtuales: idénticas en volumen. En volumen de significante y en volumen de significado. Pero es que ahora no se aplanan del todo sobre su silueta original: sobrepasan ese límite de superficie, son infra-superficiales, son huecos de cuerpo y de sentido que ese cuerpo hiperreal produce en esos cuerpos reales. Son ecuaciones de sentido abiertas, son funciones genéricas de ese software que simula ser Tester.



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