El Desbordepor Anita Irarrázabal
La obra de X.F. invita a pensar en el exceso, lo siniestro, incluso, lo mórbido. Es que en ella aparece una mirada afilada, que abre silencios de la preconcebida moralidad y despierta un extraño terror conocido. Produce esa risa nerviosa que nos invade cuando es puesto en evidencia algún sombrío lugar que los seres humanos hemos aprendido a ocultar.
Dudo que
para alguno de nosotros las escenas deplegadas en Inshallah (si dios quiere) o la perturbadora Trenza de Pelo sean imágenes desconocidas o inéditas. Son, me atrevería a postular, imágenes que nos habitan demasiado a menudo. Su obra no es un ejercicio acerca del espectáculo de la catástrofe o el caos, es el caos y el horror que se instala desbordando el ridículo y su angustia. Porque a pesar de trasladarnos a la maqueta y a la miniatura, pasar por la perversión de la escala y plantearnos atractivamente un mundo lúdico y travieso, en sus inagotables rincones la mirada es invitada a detenerse.
Entonces la mente fantasea, recuerda, viaja y rememora episodios hasta que al fin llega: se instala en lo severo, destemplada. En Inshallah somos seres desprovistos de moral. Habitamos ese estado anárquico propio de nuestra humanidad sin recatos. Allí recreamos situaciones absolutamente posibles que nos son presentadas a vuelo de pájaro y tan aglomeradas, tan abultadas, que no podemos dejar de acercarnos al detalle, preciso y confuso de esa escena tan vívida que evoca.
La calidad plástica que caracteriza el trabajo con que X.F. produce obra es exacta, pues logra sostener un juego bipolar que nos propone con deliciosa elegancia. Obtiene formas tremendamente atractivas que mantienen la tensión entre lo mórbido –fin de lo que llamaríamos enfermedad-, y lo contemplativo -que construye al espectador-.
En sus trabajos el cuerpo humano se desde la animalidad; sus seres son bestiales, deformes cuerpos híbridos en los que nos reconocemos y –en la misma medida- nos extrañamos. Estas figuras hechas de plastilinas y materiales poco sofisticados nos abren otra puerta en el universo del caos: el modo artesanal que emplea en la producción de su obra. Lo maleable y amanuable devela el cuerpo que trabaja en su creación; muestra, así, su propio cuerpo que –agudo- bordea lo perverso.
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