Por César Pretinetti
La obra de Muriel Kraljevich puede, aunque no sabemos si de
biera, dividirse en dos etapas: la elaboración del material pictórico al interior del taller –o de la casa, del espacio doméstico, cuando taller y hogar son, a fin de cuentas, indistintos– y, en segundo lugar, el trabajo de intervención en el espacio público, cuya materia prima es, precisamente, ese cuerpo de obra producido en el taller. Es, en el fondo, como una comerciante autónoma, como una puestera que sale una vez a la semana al pueblo más cercano a distribuir lo cosechado. Pero ese pueblo ya ha sido convertido en espacio urbano: una selva de hormigón perforada de edificios.

Días enteros de reclusión, de cultivo y abastecimiento finalmente se desbordan en esa salida eufórica hacia un hábitat de piedra. Y se estampa la ciudad entera -desde un proceso monomaníaco, casi instintivo- con imágenes primarias y arcaicas, de maquinal producción pre-maquinal. Lo que se adhiere o, mejor dicho, lo que se enraíza en el hostil suelo urbano
es, a la vez, imagen del cultivo y lo cultivado mismo. Como esas malezas que, en recovecos de grandes monumentos nacionales corroídos por el abandono y acomodados a la estética de la miseria, crecen con los recursos más nimios y con la fuerza más efervescente e insospechada.
Protocolo de abastecimeinto
En primer lugar, cultivo y co
secha. Su técnica es inversa: no hay movimiento de subyugación del referente natural, no hay paisajismo. La razón es invadida por el cuerpo, aprendiz de vida primaria. Y la mancha sublevada arma un dibujo imposible, captando con el trazo, el gesto y el movimiento, esa línea ausente que se lee –ahora- sólo desde el plano del soporte. El muro, el papel, la tabla, la tela. La destreza no radica en el empleo del material elegido: la técnica es un modo de cosecha; el cultivo, en tanto, es el oj o, la mano, el brazo: es el color, la fuerza y la tensión.
Acá la pintura es compenetración y ontogénesis; su producto, resistencia al olvido del ser vivo. Acá el acto de pintar es el presente y su trabajo implica una salida al cotidiano.
ALICIA from miss kraljevich on Vimeo.
La obra de Muriel Kraljevich puede, aunque no sabemos si de


Días enteros de reclusión, de cultivo y abastecimiento finalmente se desbordan en esa salida eufórica hacia un hábitat de piedra. Y se estampa la ciudad entera -desde un proceso monomaníaco, casi instintivo- con imágenes primarias y arcaicas, de maquinal producción pre-maquinal. Lo que se adhiere o, mejor dicho, lo que se enraíza en el hostil suelo urbano

Protocolo de abastecimeinto
En primer lugar, cultivo y co

Acá la pintura es compenetración y ontogénesis; su producto, resistencia al olvido del ser vivo. Acá el acto de pintar es el presente y su trabajo implica una salida al cotidiano.
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muriel
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